Luego de la luna de miel, un viaje de ensueños, lleno de hermosos y únicos momentos, que atesorare siempre en lo mas profundo de este amor... comenzamos poco a poco a retomar nuestras rutinas... Rutinas que, sin duda, ya jamás serian las mismas. La casa, el trabajo, los amigos, los compromisos... en fin, la vida con todos sus detalles y quehaceres. Vida que hasta esa firma y ese sí! que nos unio por siempre, era simple y egoísta...
Una vez instalados en el "rectángulo" que fue nuestra casa los primeros meses... tratábamos poco a poco de acomodarnos el uno al otro, de acoplarnos y entendernos. Acomodarnos a vivir de a dos, a compartir la cama, el baño, los amaneceres y los mil detalles que nos hacen seres humanos; Aun pudorosos y un poco avergonzados de compartir aquellos rituales intimos que estábamos acostumbrados a hacer en soledad... Me refiero a la ducha, lavarse los dientes, ponerse el piyama, acomodarse en la cama y dormirse... para luego amanecer despeinados y en mi caso sin maquillage, con olor a cama y sin el "glamour" de "novia" eternamente arreglada junto a un hombre de cara adormilada que se negaba a despertar y levantarse pese a que la hora nos pisaba los talones...
¡¡¡Como nos costo acomodar nuestra rutina en la cama!!! Nos dormíamos abrazados, entrelazados, siendo un solo cuerpo de amor y entrega... pero entrada la noche, inconscientes y ajenos, desacostumbrados a la presencia de ese "otro" junto a nosotros, comenzabamos a luchar por el "terreno" en nuestro nidito de amor. Su pierna sobre mi vientre o su brazo en mi pecho, me causaban pesadillas interminables y con mis alegatos, provocaba que él hablara dormido cosas indescifrables. Él se atravesaba en la cama y yo despertaba estrellada contra la muralla molesta por ese hombre que decía amarme y no se preocupaba por mi comodidad. Otras veces, con un sueño pesadisimo, me adormilaba acurrucada entre sus brazos mientras él hablaba, al notarlo él me movia para despertarme y decirme que no tenia sueño, el despertar brusco siempre me ha desvelado, pero enamorada y dispuesta a hacerle compañía, me acomodaba para iniciar la conversación entonces, él se dormia profundamente. Enojada yo, por que él roncaba ajeno a mi, mientras yo contaba ovejas, intentaba molestarlo, despertarlo pero jamás lo conseguía, por qué, hasta hoy, tiene el sueño pesadisimo y si lograba que abriera los ojos me hablaba inconsciente y decía mil locuras que yo insistía en descifrar para luego descubrir que estaba, aunque sentado en la cama y con los ojos abiertos, completamente dormido. A él le gustaba la cama con muchas frazadas, pesada, por que siempre tenia frío (solo por amor (y vergüenza) dejo de acostarse con gorro y calcetas chilotas en invierno) Y yo, invierno o verano, acalorada y sin soportar mas que una frazada; Él aguantaba heroico, pero pasaba frío y se agripaba y yo enamorada, cedía a sus necesidades pero me acaloraba demasiado y me desvelaba (nótese que el insomnio siempre a rondado mi vida y a sido un verdugo de mis noches). Los fines de semana él se despertaba a las 9, nunca mas tarde y yo podía dormir hasta las dos de la tarde sin problema y me enojaba por qué el se empezaba a dar vueltas en la cama para que yo despertara y él se aburria de mi sueño insaciable.
¡Como nos costo acomodarnos, conocernos, entendernos y respetarnos en la simple rutina del dormir...! minúsculos detalles que fuimos afinando y arreglando, hasta llegar a compenetrarnos y acostumbrarnos el uno al otro a tal punto que si hoy él no esta junto a mi, no puedo dormirme y él no sabe, ni puede volver a dormir en soledad.